Historia de la Fiesta



La Fiesta en honor a la Imagen del Pino suele asociarse con toda una serie de actos que se celebran anualmente y que suponen una cita obligada para todo aquel que se acerque a Teror por el mes de septiembre. El pregón, la subida de la bandera, la bajada de la Virgen, la Novena del Pino, la iluminación de la Cruz de la Hoya Alta, la Romería-Ofrenda, la procesión, los fuegos artificiales, la feria de ganado o los torneos y citas deportivas, por citar algunos ejemplos, están íntima y secularmente asociados a estas Fiestas Patronales. Tal es así, que probablemente serían muchas las personas que no entenderían la razón de ser de la Fiesta del Pino sin el acompañamiento de todo ese conjunto de actos religiosos y populares.


Con todo, es necesario aclarar que el sentido y el contenido de la Fiesta, no siempre ha sido el mismo a lo largo de los casi cinco siglos de existencia de tales celebraciones (las primeras referencias documentales sobre los regocijos en torno al Pino se remontan al siglo XVI). A modo de ejemplo, podemos citar la emblemática Romería-Ofrenda, acto multitudinario en el que la totalidad de los municipios de Gran Canaria, amén de una representación del resto de islas del archipiélago, recorren en carrozas, ataviados con el vestido tradicional, y al son de composiciones musicales las calles de la Villa hasta la Plaza del Pino. Sin duda, este evento ha sido asumido como una manifestación y exaltación de la identidad canaria, especialmente del cada vez más excepcional modo de vida campesino, y su celebración se supone como algo consubstancial al desarrollo de la Fiesta.

Con todo, la Romería-Ofrenda, al igual que otros actos tales como el Pregón (1948) o la Rendición de honores militares (1929), es un producto relativamente reciente (la primera se celebró en 1952 bajo los auspicios del Cabildo Insular y del Ayuntamiento de la Villa, y con el asesoramiento del folklorista Néstor Álamo), especialmente si la comparamos con actos centenarios tales como la bajada de la Imagen desde el Camarín de la Basílica, la procesión en torno a la Iglesia, o el rezo de la Novena entre otros. Sirvan estas líneas para contextualizar algunos de los principales actos religiosos y populares que cada año se celebran en honor a la Patrona.


Tal y como señalaron en su tiempo Ignacio Quintana y Santiago Cazorla con su obra La Virgen del Pino en la Historia de Gran Canaria (1971), la celebración de actos religiosos y festivos en torno a la Virgen del Pino se remonta a las primeras décadas del Quinientos. En ese siglo XVI, y posteriormente en el siglo XVII, las costumbres y los actos lúdicos de las celebraciones diferían de los que se llevan a cabo en la actualidad. A modo de ejemplo, citar que era costumbre por parte de los romeros, una vez que llegaban a Teror, el comer, beber y bailar en el interior de la Iglesia. Hábitos que el Obispo Cámara y Murga se apresuró a prohibir “pues demás de ser lo susodicho muy indecente a los templos se pueden seguir muchas deshonestidades en ellos”. Por otro lado, el cronista de la Villa Vicente Hernández Jiménez en su obra la Villa de Teror (1984), señala como los festejos del siglo XVII incluían además la celebración de representaciones teatrales, música de gaita y tamboril y corridas de toros, actos populares que por otro lado eran similares a los que practicaban el resto de españoles del llamado “Siglo de Oro”.

Sin duda, todos estos regocijos, a excepción de las comedias y actuaciones musicales, ya no forman parte de la programación de actos de las Fiestas actuales, y pocas serían las personas que las relacionarían con el concepto actual de las Fiestas del Pino.

El contraste a este panorama nos lo ofrecen otros actos festivos que a pesar de su antigüedad, siguen practicándose a día de hoy.